lunes, 19 de noviembre de 2012

Suicidio Filosófico 3

Destapé el frasco y vertí algunas píldoras en el cuenco que hice con la mano izquierda. Abrí las cortinas del apartamento; el incendio del atardecer me inundó los ojos. Abajo, en la calle, una fila de automóviles esperaba luz verde. Tres palomas grises rayaron el rojo cielo. 

Intenté matar los recuerdos. Fracasé. Ya no sentí la opresión del tiempo. Me quité las pesadas cadenas del minutero. Abjuré de Dios y del Diablo. La bondad y la maldad son atributos humanos, resolví. Un anciano, en el lado opuesto de la calle, escupió hacia la avenida. Un niño pequeño lloraba en la habitación contigua.

La incipiente penumbra del firmamento fue llenando el ámbito de la habitación. Me figuré todo como un sueño. Corrí las ventanas. El gélido viento moldeó mis rasgos. Tragué las pastillas, el grifo del baño goteaba. Me senté en el borde de la cama y esperé. 

Afuera se cernía la noche.     

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