En la hosca roca Prometeo
Yace perpetuamente encadenado,
En lo alto, el rumor del aleteo
Del águila inmortal es perpetrado.
Desciende trágica el declive
Del brusco Cáucaso ignorado,
El pico irracional está proclive
Hacia el divino vientre deshonrado.
Surgen las entrañas inmortales
Devoradas una eternidad de veces;
Prometeo recuerda cuántas veces
Abjuró de los designios celestiales.
Recuerda largamente el desatino
De robar con una vara el fuego;
En el alto empíreo se oye el ruego
Que le espolea su trágico destino.
Las noches estelares ya se destejen
En días no menos largos en que se tejen
Una y otra vez los lóbulos del hígado.
Y el ave inmemorial, al borde del hartazgo,
Al cabo de los años urde el hallazgo:
El demiurgo a la piedra se ha ligado.
El verso libre exige un sentido del ritmo y
de la música que creo desconocer. Esta circunstancia infeliz me ha espoleado a
optar por la rima, que acaso es más accesible. La rima, al diferencia del verso
libre, impone una estructura cuyo metro es aconsejable obedecer. Por abulia o
por desdén, he ignorado la regla.
El
tema del poema* que precede este escolio es harto frecuentado: el castigo que
Zeus inflige a Prometeo, demiurgo de los hombres e ilustre ladrón del fuego
sagrado. La historia se halla fácilmente en internet y en el primer libro de la
Biblioteca Mitológica de Apolodoro, de cuyas líneas ha devenido el anterior
juego de rimas. La última estrofa de la composición es imputable a una lacónica
ficción de Kafka.
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*La noción becqueriana de la poesía deja
traslucir que el poema es asaz común en la naturaleza: el amanecer comporta un
poema, el nacimiento de la luna es un poema, el vuelo de las aves es una de las
infinitas formas de la poesía, etc. El poema no sólo es un tejido de palabras
arquetípicas, también es una coyuntura, una imagen delectable o un arcano sonido.
“Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”.