domingo, 28 de octubre de 2012

Suicidio Filosófico 2


I believe in Eternity.
EMERSON,  Essays, I

Dejé de escribir. Contemplé largamente el par de velas que iluminaban la hoja apenas iniciada. Uno no puede transmitir nada, pensé; los hombres propendemos a la ambigüedad,  sentimos en abstracciones. Vano creer que podemos transmitir lo que somos. Fútil tratar de definirnos.

Leí el epígrafe de mi escrito. Tomamos ideas que no son nuestras y las tergiversamos a nuestro antojo. Me equivoco; tomamos ideas que siempre han sido nuestras y convergemos a ellas, como el hombre que vuelve al vientre, como el ave que vuelve al nido. Dudé de las palabras como vías de la comunicación mas no como receptáculos de eternidades. Cuando digo roca no pienso en una cadena de símbolos que comience con la "r" y termine con la "a" sino en una "roca", con sus bordes irregulares, su dureza intrínseca y su indiferencia envidiable. Añoré ser una roca.

Atisbé que el hombre es la única cosa entre las cosas que no puede ser inmortal, porque es consciente de la muerte. El gato, el tulipán y las montañas viven en su eternidad; la muerte es metafísica. La flama de una vela se apagó en un vaivén agonizante. La oscuridad seguía siendo profanada por la minúscula llama restante.

Coloqué la pluma a un lado, ceñí el revolver y lo escondí en la gaveta del escritorio. Tomé la hoja que sería mi nota de suicidio y la rompí en dos partes. Empecé a creer en la eternidad. 

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