sábado, 27 de octubre de 2012

WinkelmassKreuz

Soñé una batalla; el légamo de la ladera se confundía con la oscura sangre de los elementos de mi pelotón. Waltz y Kroneberg agonizaban parapetados en un cráter profundo. En lo alto de la colina una ametralladora M1917 entorpecía nuestro avance. Koltz no lograba comunicarse por la radio para solicitar apoyo aéreo. En el fondo sabía que estábamos perdidos; sólo nos quedaban cinco cartuchos y cuatro granadas de cola, en breve, el enemigo ocuparía nuestra posición. Inútilmente descargamos contra el parapeto que resguardaba a la ametralladora; respondió con sagaces ráfagas de plomo. Un proyectil me rozó el brazo y rasgó la esvástica, llevándose con él un pequeño jirón de piel. Inutilizado el brazo, me agaché por debajo del margen de la zanja y esperé mi captura. Koltz y Schrader continuaron acometiendo contra la Browning. Súbitamente Schrader se desplomó, una bala le había destrozado el rostro. Koltz vanamente embaló una Walther y siguió disparando; en sus torpes manos parecía una pistola de juguete. Malhirieron en el hombro a Koltz y cayó al fango. Los británicos habían desarmado a un pelotón perfectamente organizado. Intenté suicidarme pero los ingleses ya me tenían de las manos y me las sujetaban con un lazo que habían improvisado.
Cuando desperté, yo seguía siendo el Coronel Weissmann, estaba en una celda húmeda y era un importante prisionero de guerra.

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