sábado, 12 de mayo de 2012

Un sueño de infinitos


Me dijo que su libro se llamaba el Libro de Arena,
 porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin.
El Libro de Arena, Jorge Luis Borges

Un invisible laberinto de tiempo.
El jardín de senderos que se bifurcan, Jorge Luis Borges

El sueño probablemente es el mejor urdidor de ideas. Es la vía inextricable de nuestra inteligencia. Debo la razón de esta nota a un sueño asiduo de las noches recientes, en el cual, me veo escribiendo una historia infinita: estoy escribiendo el relato, de pormenores infinitos, infinitos clímax e infinitos desenlaces, entonces despierto y comienzo a escribir la misma historia de sustancia infinita, vuelvo a despertar y de nuevo me doy a la tarea de redactar el relato infinito, y así de manera iterativa, en círculos infinitos. Lo curioso o absurdo del sueño es que en ningún momento tengo la certeza de sobre qué estoy escribiendo, es decir, no sé de qué escribo.
Entreveo en el sueño un destello de significación: los contenidos sustanciales, imaginativos o trascendentales de una historia (o cualquier acontecimiento) son fútiles cuando estos están vertidos en un tiempo y un espacio infinitos, ¿qué importancia tiene un instante, cuando este instante es parte de una serie infinita de instantes?, en términos pragmáticos o borgianos, ¿Qué relevancia tiene un grano de arena en una playa interminable?, el infinito todo lo empequeñece.
Es evidente el influjo que ejerce sobre mí Borges y en especial dos de sus relatos, El Libro de Arena y El jardín de senderos que se bifurcan, el primero plantea la existencia de un libro infinito, de hojas innumerables, sin inicio y sin fin; “El número de páginas de este libro es exactamente infinito.” El segundo, concibe la creación de un libro en el cual están contenidos todos los planos temporales paralelos y análogos a un suceso espacial en específico; “Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan.
La imaginación influye al sueño, el sueño al pensamiento, el pensamiento a la idea, la idea a la imaginación, la imaginación al sueño, el sueño al pensamiento, el pensamiento a la idea, y así, en sucesiones infinitas. La razón de que nuestros pensamientos no sean reducidos a trivialidades por el infinito, es la mortalidad de nuestra mente y, a veces, la imprenta.

Nota: Los cuentos mencionados anteriormente pertenecen a los libros de títulos homónimos.



   

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