La
préméditation de la mort est préméditation de liberté.
Montaigne, Ensayos
¡Qué será,
Muerte, de ti
cuando al
salir yo del mundo,
deshecho el
nudo profundo,
tengas que
salir de mí?
Villaurrutia, Décima muerte
…ya no sabrás…
te traje adentro y moriré contigo…
los tres…
moriremos… Tú… mueres…
has muerto…
moriré
Fuentes, La muerte de Artemio Cruz
…pues de ella
has sido tomado, ya que polvo eres,
y al polvo
volverás, sin pecado, con placer.
Fuentes, Terra Nostra
-No tendremos nada que decir sobre nuestra propia muerte
Fuentes, Instinto de Inez
Fuentes, Instinto de Inez
Un
escritor así, siendo tan buen escritor, es dos veces bueno.
García
Márquez, Carlos Fuentes, dos veces bueno
No vale nada
la vida: la vida no vale nada.
Canción popular mexicana
Carlos Fuentes (1928-2012) es uno de
los máximos representantes de la literatura hispanoamericana contemporánea.
Nació en Panamá el 18 de noviembre de 1928. Su padre fue diplomático y por esta
razón creció en medio de viajes y
traslados alrededor del continente; su formación fue afectada por esta causa. Pasó
algunos años en Río de Janeiro, Washington, Santiago de Chile, Lima y Buenos
Aires. En México estudió en el Colegio de México y en la UNAM, de la cual
obtuvo la Licenciatura en Derecho. Viaja a París donde conoce a Octavio Paz, con
quien entabla una estrecha amistad, en Ginebra toma cursos de economía en el
Institute des Hautes Etudes. Comienza a escribir artículos y cuentos en 1949,
pero será hasta 1954 cuando publique su primera colección de relatos: Los días
enmascarados. En 1955 funda y dirige con Emanuel Carballo la imponente Revista
Mexicana de Literatura. Para 1958 publica la novela que lo coloca como uno de
los más destacados novelistas de México: La región más transparente. Ulterior a
esta, publica Las buenas conciencias en 1959. Tres años más tarde publicaría
dos de sus libros más importantes: Aura, una novela corta fundamental en la
obra de Fuentes, fehaciente paradigma del realismo mágico, y La Muerte de Artemio
Cruz, con la que Fuentes sublima para siempre la leyenda de la Revolución
Mexicana y con la que además ingresa al portentoso círculo de escritores de su
generación (García Márquez, Julio Cortázar, Vargas Llosa, Roa Bastos, José
Donoso, etc.).
Es uno de los escritores más experimentales
y fértiles del periodo contemporáneo, ensayista, dramaturgo, analista político,
guionista de cine, pensador y maestro, posee, además, obras como Cambio de piel
(1967), Zona sagrada (1967), Cumpleaños (1969), Terra Nostra (1975), La cabeza
de la hidra (1978), Una familia lejana (1980), entre otras.
Carta póstuma
Son en realidad muy pocos los que
entienden las dimensiones de la muerte de uno de los más grandes genios de la
literatura contemporánea. Carlos Fuentes, el escritor mexicano por antonomasia,
ha muerto. Y son varios los sentimientos que embargan mi ser al saber que mi maestro, mi gurú, mi
inspiración, aquel hombre que hizo que me enamorara de las letras, ha sucumbido a la guadaña del ángel de la muerte. Pero afortunadamente su pensamiento ha quedado
circunscrito a más o menos una sesentena de volúmenes. C’est terrible; una grande pérdida, una encomiable vida.
Y son infinitas las cosas que le debo. La
literatura, la escritura, el pensamiento y hasta el orgullo de ser mexicano,
son sólo algunas de ellas. En Fuentes redescubrí México, y él, a su vez, me
volvió parte de la región más transparente, me dio una identidad, me llamó Ixca
Cienfuegos, Rodrigo Pola, Federico Robles; junto a él recorrí las calles de la
Ciudad de México, Valle de Anáhuac. Padecí la borrachera el 15 de septiembre
y riñé con los mariachis.
Bajo el influjo de Fuentes conocí a
Felipe II, a Juana la loca, al peregrino que estuvo antes que nadie en el
Nuevo Mundo, pero que a fin de cuentas era el sueño de sus hermanos; se me encarnó
una roja cruz entre las cuchillas de la espalda, nací de loba, violación e
incesto, desperté en París y luego sobrevino el apocalipsis. Influido por Fuentes
perdí mi identidad por broncas del petróleo, y terminé con otro nombre y excitado,
pues el presidente me iba a saludar. Trabajé para una viejecita en el centro y me
enamoré de una bella joven con Aura por nombre, lindísimos ojos verdes,
bruja. Cambié de piel, se descompuso mi Volkswagen
y pasé la noche en Cholula, tuve sexo con la dragona y la novillera, fallecí
atrapado en una pirámide en ruinas después de recordar mis hazañas de nazi, el
enanito: en el refrigerador. Envejecí y en mi suntuoso lecho de muerte viajé al
pasado, mi amor, Regina, la revolución, mi madre violada, la chingada, ¡malditas
hipócritas!, nací de india, morí de rey. No hay buenas conciencias, todas son
corruptas, ya ven mi tío, se las daba de correcto, ¡puro artificio!, lo encontré
en un lupanar ebrio y bailado. Descubrí que el tiempo es circular, la conquista
nos jodió, y todo por un pinche naranjo. Yo morí por un Chac- Mool, que te
quejas. ¿Y el que inventó la pólvora? Huxley tiene la culpa. A la víbora de la
mar muñeca reina. El agua se quemó; son los cinco días que le tienes que robar
a la muerte: los días enmascarados. Y aquel niño que no viene, ah que Cristóbal.
Inez canta chingón. Ese gringo ya está viejo. Cruza la frontera de cristal. Qué
le vamos hacer. Aquí nos tocó. Nació en Panamá. Pero es Mexicano, cabrón.
Carlos Fuentes es la efigie de la identidad mexicana, identidad que, a lo largo de su obra, plasma como principal preocupación. Sólo un mexicano podría entender completamente al Fuentes de La región transparente, al Fuentes de La muerte de Artemio Cruz, sólo un mexicano entendería por qué Carlos se agazapa en la conquista de México, por qué esa obsesión con la mexicanidad.
Carlos Fuentes me enseño a pensar. Me
enseño a leer. Me enseño, además, a los grandes escritores que fueron sus arquetipos
literarios, sus maestros: Borges, Kafka, Stendhal, Faulkner, Cervantes, etc.
Me falta el tiempo, las palabras y las
herramientas, para terminar de agradecer a este cuate, a este compadrito, la
grandeza de su genio, la opulencia de su arte, la humildad de sus entrañas.
Hoy no murió Carlos Fuentes, hoy se perpetúa,
hoy es inmortal.
Mañana nos vemos Don Carlos.
Nota: Carlos Fuentes, con su muerte, entró al grupo de los eximios escritores sin recibir el Nobel, entre los cuales destacan James Joyce, Franz Kafka, Marcel Proust, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.
Quien te viera, me gusta como escribes :D, suerte y mucho éxito
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